En los más de dieciséis años de andadura de este blog, si algo me ha quedado claro es el impresionante poder de Internet para lograr cosas sencillamente impensables hace unas décadas. Eso que ha venido a llamarse "la magia de Internet" me ha dado grandes alegrías estos años, logrando averiguar detalles de muchas fotos gracias a la participación de los seguidores de esta página en los diferentes canales en que son divulgadas las fotografías. En esta entrada voy a invocar de nuevo a esa participación y su mágica interacción, pero antes permitidme presentaros al protagonista de hoy, que no es otro que el gran fotógrafo Jean Mounicq.
Jean Mounicq nació en la ciudad francesa de Pau en 1931. Tras la temprana muerte de su padre en 1934, vivió en las ciudades de Vence y Niza. Su aterrizaje en el mundo de la fotografía sucedió por pura casualidad. Al contar solo con estudios primarios, sus oportunidades laborales no eran muy amplias. Fue así que, cuando tenía solo quince años, se marchó a París pues en la capital le habían ofrecido un empleo en el Instituto Geográfico Nacional como fotocopista. En este modesto desempeño, Jean aprovechó bien el hecho de estar en una institución potente como aquella, mostrándose muy proactivo y con ganas de aprender. Gracias a ello, tres años después le ofrecieron la oportunidad de viajar por razones profesionales, lo que le permitió comenzar a fotografiar en un reportaje que el citado IGN realizó en el Congo.
El talento de Mounicq afloró de tal manera que solo cinco años después ya publicaba sus fotografías en la prestigiosa revista Sciences et Voyages lo que le abrió muchas puertas, llegando a trabajar brevemente en la mítica agencia Magnum.
Poco después empezó una nueva etapa fotográfica, colaborando con diversas cabeceras de prensa femenina, destacando entre ellas especialmente la famosa publicación Elle.
Jean Mounicq fue creciendo como fotógrafo y ensanchando sus registros profesionalmente, pasando a ser una referencia cultural que llegó a fotografiar a más de doscientas personalidades del mundo de las artes y de las letras, así como a influyentes políticos, cantantes, humoristas y otros personajes de actualidad. Entre los famosos retratados por Mounicq en aquellos años sesenta podemos destacar a Serge Gainsbourg, Marc Chagall, André Malraux, Abel Gance, Alberto Giacometti, Mitterrand, De Gaulle o Yves Saint Laurent. Mounicq logró retratos en los que los personajes rebosaban espontaneidad y naturalidad en las expresiones, capturando con su cámara sus gestos más característicos, hasta el punto de ser hoy considerado uno de los mayores maestros del difícil arte del retrato fotográfico de todos los tiempos.
Pero Mounicq no se limitó ni mucho menos a ese tipo de fotografías, sino que recorrió también las calles buscando estampas que mereciera la pena inmortalizar. Llegó a ser conocido como “el peatón de París” gracias a su extenso recorrido fotográfico por todos los barrios de la capital francesa, en ocasiones muy alejados del típico París monumental, mostrando la otra cara de la ciudad, a menudo desconocida y sorprendente.
Su carácter inquieto le llevó también a viajar por toda Europa, fotografiando sus ciudades más destacadas culturalmente como Venecia, Roma o Londres.
A lo largo de su extensa carrera, Mounicq ha ido consolidándose como un fotógrafo experto en captar la esencia de las escenas, consiguiendo reportajes que prácticamente funcionan como una obra literaria al lograr conjuntos de imágenes cohesionadas que cuentan una historia. Sus reportajes nunca fueron un conglomerado de fotos aisladas sino narraciones gráficas, siendo capaz de expresar con imágenes lo que los escritores nos cuentan con palabras.
Buena muestra de ello lo podemos admirar y comprobar en sus nada menos que doce libros publicados en solitario con sus fotografías.
Como parte de esa búsqueda de lugares con cosas que contar, Mounicq llegó a Toledo en 1960, donde obtuvo al menos tres fotografías que son las que hoy os traigo y con las que sería muy bonito poder hacer surgir una vez más esa magia de la red de la que os hablaba al comienzo.
Los que conocéis Toledo sabéis la importancia histórica que ha tenido la Academia de Infantería en la vida de la ciudad, con las miles de historias asociadas a tantos y tantos jóvenes militares que se formaron en Toledo. Llegados de toda España, muchos de ellos conocieron a sus parejas en Toledo, y otros muchos terminaron viviendo en la ciudad. Pues bien, Mounicq retrató en la calle Ancha, muy cerca ya de Cuatro Calles, en esas tres instantáneas a varios jóvenes alumnos de la Academia (soldados de reemplazo, concretamente) rondando un estanco, con especial protagonismo para uno de ellos, que aparece de frente en las tres imágenes. Estoy seguro de que ninguno de ellos fue nunca consciente de que estaba siendo fotografiado por un mito de la fotografía y, ni mucho menos, podrían imaginar que casi 65 años después estarían siendo protagonistas de esta "búsqueda de rostros" que hoy os propongo con la ilusión de identificar a alguno de ellos.
Esperando que en cualquier momento surja alguna noticia relativa a la identificación de los protagonistas y, de ese modo, esta entrada pueda ser editada con información acerca de los retratados, mando un fuerte abrazo lleno de agradecimiento al genial Jean Mounicq que sigue entre nosotros a sus ya 93 años.
sábado, 17 de febrero de 2024
Robert Gillon: un influyente político belga enamorado de Toledo que retrató la ciudad en momentos muy diferentes
Robert Paul Raymond Gillon nació en Courtrai/Kortrijk (Bélgica) el 10 de diciembre de 1884 y falleció en la misma ciudad el 25 de julio de 1972. Aunque fue abogado de profesión, doctor en derecho por la Universidad de Gante y presidente del Colegio de Abogados de Kortrijk entre 1927 y 1937, su biografía quedó marcada especialmente por tu trayectoria política. Desde joven fue militante del Partido Liberal y llegó a ser el presidente del Senado belga en tres ocasiones: entre el 26 abril de 1939 y el 11 de noviembre de 1947; entre el 8 de noviembre de 1949 y el 27 de abril de 1950; y entre el 5 de mayo de 1954 y el 24 de junio de 1958. También fue ministro de Asuntos Exteriores y Secretario de Estado.
Robert Gillon mostró desde joven un gran interés por España, sus gentes, sus paisajes, sus monumentos y sus tradiciones. Con el tiempo, fue reconocido como un destacado hispanista, como fruto de sus numerosas publicaciones y estudios, resultado de sus frecuentes visitas a nuestro país, al que llegó a conocer en profundidad.
Fue fundador y presidente de Honor de la Asociación España-Bélgica, siendo distinguido en varias ocasiones por sus trabajos relacionados con España. Especialmente, tuvo una estrecha vinculación con la ciudad de Segovia, centrando en ella varias de sus mejores publicaciones. Fue así como fue condecorado con la Medalla de Plata de Segovia, que le fue impuesta por el embajador de España en Bruselas en 1968, así como con el "Acueducto de oro". En 1951 se le concedió la Orden del Mérito Civil, y también logró ser académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Robert Gillon siguió con atención los diferentes conflictos bélicos que asolaron Europa en la primera mitad del siglo XX, hasta el punto de determinar su vida personal de modo profundo. De este modo, se desplazó a Alemania durante la Primera Guerra Mundial, mientras que durante la Segunda Guerra Mundial se exilió en Inglaterra. Con respecto a la Guerra Civil española, si bien es conocido que le interesó de modo muy especial, no llegó a escribir nada sobre la misma, alinéandose con la tibia imparcialidad marcada por los liberales belgas que, si bien veían con malos ojos el posible establecimiento en España de un régimen dictatorial, también mostraban un gran recelo ante los evidentes posicionamientos prosoviéticos del Frente Popular.
Gillon publicó varios libros de gran interés sobre España magníficamente ilustrados con sus excelentes fotografías, entre los que cabe destacar Visions d’Espagne et de Lusitanie (Courtrai, 1910) y la aclamada serie de libros titulada Silhouettes espagnoles, compuesta por cinco volúmenes (Bruselas, 1949-1955).
La primera visita documentada de Robert Gillon a Toledo data del año 1912, cuando el belga contaba con solo 28 años. Es en esta visita cuando tomó las fotos más bellas de su colección toledana, o al menos ese es mi parecer. Desde un primer momento, Gillon demostró tener bastante talento para la fotografía, logrando estampas de notable belleza. Sirva de ejemplo esta panorámica de la ciudad desde el Valle:
En varias de estas tempranas imágenes de Gillon en Toledo aparece una joven y elegante acompañante, tal vez su esposa, mientras que en otras aparece un varón, siendo posible que se trate del propio Gillon.
Así, por ejemplo, sabemos que se alojó en el Hotel Castilla, donde obtuvo fotos en la galería superior del precioso patio del edificio:
Es de gran belleza e interés esta vista en la que podemos admirar la portada del convento trinitario situado donde hoy está el quiosco de Caracena. Ya sabéis que esta portada, junto con otra muy cercana, se encuentra hoy en la Alhóndiga, en la calle de Gerardo Lobo:
Mirad qué belleza de fotografía tomó Gillon en las inmediaciones de la iglesia de San Andrés con la torre de la catedral al fondo:
De enorme interés son también las fotografías tomadas por Gillon en la plaza de Santa Isabel, en la portada del palacio de Inés de Ayala. En esta plaza, por la que Gillon debía sentir predilección, el belga tomó fotografías tanto en 1912 como varias décadas después en sendas visitas en 1948 y 1949:
Una preciosa vista desde la calle de San Marcos en 1912:
El Arco de la Sangre visto desde el balcón de la Posada del mismo nombre, una maravilla de imagen:
La catedral vista desde la calle de Santa Isabel:
Esta es una estampa de la capilla de San José:
Otra vista del río Tajo desde la zona del Valle, ya en 1958:
Esta es una vista de Zocodover desde la calle de la Sillería adornada para el Corpus:
El Puente de San Martín:
Una de las más bellas es sin duda esta perspectiva de la cuesta de Doce Cantos:
Poco después de la finalización de la guerra civil, Gillon tomó varias fotos en agosto de 1939 de lugares emblemáticos como el Alcázar y el Hospital de Santa Cruz, donde se aprecia la destrucción ocasionada por la contienda:
Hasta aquí el elenco de imágenes tomadas por Robert Gillon en Toledo que hasta la fecha puedo ofreceros, como buena muestra de la visión de la ciudad por una misma persona en momentos muy distintos, tanto por la edad del autor en los diferentes periodos de las visitas (desde la juventud hasta su madurez) como por las cambiantes circunstancias históricas reinantes en sus numerosas estancias en la ciudad. Es posible que en el futuro sigan apareciendo más imágenes toledanas de este autor, si así fuera iré actualizando convenientemente la entrada.
Robert Gillon mostró desde joven un gran interés por España, sus gentes, sus paisajes, sus monumentos y sus tradiciones. Con el tiempo, fue reconocido como un destacado hispanista, como fruto de sus numerosas publicaciones y estudios, resultado de sus frecuentes visitas a nuestro país, al que llegó a conocer en profundidad.
Fue fundador y presidente de Honor de la Asociación España-Bélgica, siendo distinguido en varias ocasiones por sus trabajos relacionados con España. Especialmente, tuvo una estrecha vinculación con la ciudad de Segovia, centrando en ella varias de sus mejores publicaciones. Fue así como fue condecorado con la Medalla de Plata de Segovia, que le fue impuesta por el embajador de España en Bruselas en 1968, así como con el "Acueducto de oro". En 1951 se le concedió la Orden del Mérito Civil, y también logró ser académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Robert Gillon siguió con atención los diferentes conflictos bélicos que asolaron Europa en la primera mitad del siglo XX, hasta el punto de determinar su vida personal de modo profundo. De este modo, se desplazó a Alemania durante la Primera Guerra Mundial, mientras que durante la Segunda Guerra Mundial se exilió en Inglaterra. Con respecto a la Guerra Civil española, si bien es conocido que le interesó de modo muy especial, no llegó a escribir nada sobre la misma, alinéandose con la tibia imparcialidad marcada por los liberales belgas que, si bien veían con malos ojos el posible establecimiento en España de un régimen dictatorial, también mostraban un gran recelo ante los evidentes posicionamientos prosoviéticos del Frente Popular.
Gillon publicó varios libros de gran interés sobre España magníficamente ilustrados con sus excelentes fotografías, entre los que cabe destacar Visions d’Espagne et de Lusitanie (Courtrai, 1910) y la aclamada serie de libros titulada Silhouettes espagnoles, compuesta por cinco volúmenes (Bruselas, 1949-1955).
La primera visita documentada de Robert Gillon a Toledo data del año 1912, cuando el belga contaba con solo 28 años. Es en esta visita cuando tomó las fotos más bellas de su colección toledana, o al menos ese es mi parecer. Desde un primer momento, Gillon demostró tener bastante talento para la fotografía, logrando estampas de notable belleza. Sirva de ejemplo esta panorámica de la ciudad desde el Valle:
En varias de estas tempranas imágenes de Gillon en Toledo aparece una joven y elegante acompañante, tal vez su esposa, mientras que en otras aparece un varón, siendo posible que se trate del propio Gillon.
Así, por ejemplo, sabemos que se alojó en el Hotel Castilla, donde obtuvo fotos en la galería superior del precioso patio del edificio:
Es de gran belleza e interés esta vista en la que podemos admirar la portada del convento trinitario situado donde hoy está el quiosco de Caracena. Ya sabéis que esta portada, junto con otra muy cercana, se encuentra hoy en la Alhóndiga, en la calle de Gerardo Lobo:
Mirad qué belleza de fotografía tomó Gillon en las inmediaciones de la iglesia de San Andrés con la torre de la catedral al fondo:
De enorme interés son también las fotografías tomadas por Gillon en la plaza de Santa Isabel, en la portada del palacio de Inés de Ayala. En esta plaza, por la que Gillon debía sentir predilección, el belga tomó fotografías tanto en 1912 como varias décadas después en sendas visitas en 1948 y 1949:
Una preciosa vista desde la calle de San Marcos en 1912:
El Arco de la Sangre visto desde el balcón de la Posada del mismo nombre, una maravilla de imagen:
La catedral vista desde la calle de Santa Isabel:
Esta es una estampa de la capilla de San José:
Otra vista del río Tajo desde la zona del Valle, ya en 1958:
Esta es una vista de Zocodover desde la calle de la Sillería adornada para el Corpus:
El Puente de San Martín:
Una de las más bellas es sin duda esta perspectiva de la cuesta de Doce Cantos:
Poco después de la finalización de la guerra civil, Gillon tomó varias fotos en agosto de 1939 de lugares emblemáticos como el Alcázar y el Hospital de Santa Cruz, donde se aprecia la destrucción ocasionada por la contienda:
Hasta aquí el elenco de imágenes tomadas por Robert Gillon en Toledo que hasta la fecha puedo ofreceros, como buena muestra de la visión de la ciudad por una misma persona en momentos muy distintos, tanto por la edad del autor en los diferentes periodos de las visitas (desde la juventud hasta su madurez) como por las cambiantes circunstancias históricas reinantes en sus numerosas estancias en la ciudad. Es posible que en el futuro sigan apareciendo más imágenes toledanas de este autor, si así fuera iré actualizando convenientemente la entrada.
domingo, 21 de enero de 2024
Georg Weise: el mejor fotógrafo del arte religioso toledano a comienzos del s. XX (en buena medida desaparecido pocos años después)
Entre los innumerables beneficios que el descubrimiento de la fotografía trajo a la humanidad es muy destacable su papel como elemento fijador de la realidad en un determinado momento. En ciudades con una elevada carga patrimonial como es Toledo, esto supuso un enorme avance en la catalogación más o menos sistematizada de nuestros monumentos y objetos de arte, así como de su estado de conservación en el momento de obtener las imágenes. De este modo, en las últimas décadas del siglo XIX y, especialmente, en las primeras del siglo XX, fueron muchos los autores que dedicaron su trabajo a inmortalizar nuestros bienes culturales con fines que iban desde los meramente divulgativos hasta los más estrictamente destinados a realizar inventarios. Esta faceta del hecho fotográfico, de por sí muy relevante, se manifestó como absolutamente excepcional cuando llegaron los nefastos años de la guerra civil, en los que lamentablemente se concentró un elevadísimo número de destrucciones de obras de arte en España, en especial de arte religioso. Afloró entonces esa especie de magia que supone la fotografía, pues sin ella no hubiera quedado rastro alguno de muchos de los objetos desaparecidos en aquellos tristes días.
En el caso de Toledo, hay un autor, injustamente poco conocido, que deseo hoy reivindicar en una entrada bastante distinta a las habituales. Me refiero al alemán Georg Weise, de cuya mano hoy no recorreremos nuestras calles y plazas, sino que nos adentraremos en el interior de iglesias y conventos para admirar multitud de maravillosas obras de arte toledano que, en muchos casos, desaparecieron en 1936, pero que, gracias a su trabajo, podemos hoy al menos contemplar, haciendo que en cierto modo su destrucción no pueda considerarse total y absoluta.
Georg Weise nació en Fráncfort del Meno (Alemania) el día 26 de febrero de 1888 y falleció en Sorrento (Italia) el 31 de enero de 1978, a la edad de 89 años. Weise fue un eminente historiador del arte, especializado en la España de la Edad Media y del Renacimiento. El joven Georg estudió Historia e Historia del Arte en las ciudades de Heidelberg, Friburgo y Giessen, doctorándose en Historia en 1911. Completó su formación en la Universidad de Tubinga y en 1914 se convirtió en profesor asociado de la misma.
Desgraciadamente, el estallido de la Primera Guerra Mundial ese mismo año hace que sea llamado a filas, con la mala fortuna de ser gravemente herido en el mes de noviembre, siendo necesario amputarle una pierna a consecuencia de ello.
Tras la contienda, en 1920 amplía sus enseñanzas también a la Historia del Arte Moderno y logra plaza para ser profesor titular en 1921 de la cátedra en Historia del Arte de la Edad Media y del Renacimiento de la Universidad de Tubinga, sucediendo en el cargo a Konrad von Lange.
La década de los años 20 es en la que Weise se convierte en todo un experto en el arte español. Recorrió nuestro país con su cámara fotográfica en numerosas ocasiones retratando en unas 2.500 imágenes nuestras obras de arte, plasmando su trabajo a partir de 1925 en unos libros de los que editó cuatro volúmenes bajo el título Spanische Plastik aus sieben jahrhunderten ("Escultura española a través de siete siglos").
En los años 30 comienza en Alemania el auge de la ideología nacionalsocialista, que no era del agrado de Weise. Así, en 1932, se opuso públicamente a una conferencia en Tubinga del arquitecto, pintor y publicista pro-nazi Paul Schultze-Naumburg. Como consecuencia, Weise fue suspendido temporalmente de sus funciones en 1933, si bien tras ello pudo proseguir su trabajo como profesor titular durante la época nazi sin convertirse en miembro del partido. Durante estos años se especializó particularmente en las bellas artes de la región de Suabia, especialmente en el periodo barroco. En 1954 Georg Weise se jubila y pasa a ser profesor emérito.
Pero vayamos ya de lleno a lo que nos interesa como toledanos: sus numerosas fotografías de las obras de arte de nuestra ciudad. Se trata de alrededor de 170 fotografías tomadas en los años 20, probablemente muchas de ellas antes de 1925, de las que pondré solo una selección por no recargar en exceso la entrada, si bien están todas disponibles en mi álbum de Flickr para los que estéis interesados. Comenzaremos, como decía al principio, por destacar la importancia de la obra de Weise al suponer el último (y, en muchos casos, único) testimonio gráfico de multitud de piezas que pocos años después fueron destruidas en nuestra contienda civil. La contemplación de las fotos de Weise, de gran calidad, supone un cierto alivio al poder al menos deleitarnos con el aspecto de estas maravillas desaparecidas para siempre. Comenzaré por mostraros mis favoritas, que no son otras que las fotos sensacionales del espectacular sepulcro de Fray Francisco Ruiz, Obispo de Ávila, en el desaparecido convento de San Juan de la Penitencia, incendiado en los primeros días del conflicto. A este sepulcro, de talla italiana en mármol de Carrara, ya dediqué una entrada específica en el blog hace bastantes años en la que podéis leer su historia así como su triste destrucción. Os dejo aquí las fotos de Weise, que hasta la fecha no habían sido publicadas:
Estas son otras piezas del mismo convento de San Juan de la Penitencia, en mi opinión el edificio más valioso de todos los que se destruyeron en la guerra civil en Toledo:
Otro edificio desaparecido casi por completo en 1936 fue la Iglesia de San Lorenzo, donde Weise retrató esta escultura:
En el convento de la Concepción Francisca Weise fotografió muchas esculturas que en 1936 fueron dañadas en mayor o menor grado:
La Iglesia de San Miguel forma parte también destacada del reportaje de Weise, pues sus tallas fueron destrozadas en 1936 y aquí podemos verlas en todo su esplendor:
El sepulcro del Cardenal Tavera forma parte del reportaje de Weise con detalle. Esta joya de la escultura sufrió bastantes daños por tropas de ambos bandos en la guerra, siendo restaurada tras la contienda:
Otro edificio desaparecido, aunque no a causa de la guerra, fue el convento Madre de Dios, donde Weise también obtuvo estas fotos:
En el capítulo ya de edificios que sí han sobrevivido, pondré en primer lugar imágenes del monasterio de San Juan de los Reyes:
La catedral tiene un gran peso en el reportaje, por lo que solo os muestro una selección de las fotos más bellas o raras:
En el caso de la Iglesia de Santiago del Arrabal, el mayor interés de las fotos de Weise es poder ver el estado del templo antes de la profunda reforma de mediados de siglo que desfiguró por completo su interior:
La iglesia de San Román fue muy poco fotografiada en los años 20, por lo que poder ver estos detalles de su retablo es de enorme interés:
El convento de Santo Domingo el Real posee bastante peso en la obra de Georg Weise:
Este es el convento de San Clemente:
El convento de San Pedro Mártir:
El convento de Santa Clara:
El convento de San Antonio:
El actualmente cerrado a cal y canto convento de Santa Úrsula, con joyas de Berruguete:
Algunas piezas de la Iglesia de San Justo:
El valioso retablo de la sinagoga de Santa María la Blanca:
Una pieza de la iglesia de Santo Tomé:
Y hasta aquí este extenso repaso al arte escultórico toledano en los años 20 de la mano de Georg Weise, que nos recuerda la importancia de la catalogación sistemática de nuestros bienes muebles e inmuebles, pues siempre existen riesgos para su preservación. En especial, es preocupante en nuestros días el escaso avance en el inventario de nuestros conventos, con alto riesgo de pérdida de piezas de nuestra ciudad por traslados de comunidades, deficiente mantenimiento y posibles expolios al estar muchos de estos edificios cerrados. Ojalá surja en nuestros días una iniciativa similar a la de Weise que permita fijar el estado actual de nuestras piezas artísticas más desconocidas y valiosas para ayudar a su conocimiento y conservación futura.
En el caso de Toledo, hay un autor, injustamente poco conocido, que deseo hoy reivindicar en una entrada bastante distinta a las habituales. Me refiero al alemán Georg Weise, de cuya mano hoy no recorreremos nuestras calles y plazas, sino que nos adentraremos en el interior de iglesias y conventos para admirar multitud de maravillosas obras de arte toledano que, en muchos casos, desaparecieron en 1936, pero que, gracias a su trabajo, podemos hoy al menos contemplar, haciendo que en cierto modo su destrucción no pueda considerarse total y absoluta.
Georg Weise nació en Fráncfort del Meno (Alemania) el día 26 de febrero de 1888 y falleció en Sorrento (Italia) el 31 de enero de 1978, a la edad de 89 años. Weise fue un eminente historiador del arte, especializado en la España de la Edad Media y del Renacimiento. El joven Georg estudió Historia e Historia del Arte en las ciudades de Heidelberg, Friburgo y Giessen, doctorándose en Historia en 1911. Completó su formación en la Universidad de Tubinga y en 1914 se convirtió en profesor asociado de la misma.
Desgraciadamente, el estallido de la Primera Guerra Mundial ese mismo año hace que sea llamado a filas, con la mala fortuna de ser gravemente herido en el mes de noviembre, siendo necesario amputarle una pierna a consecuencia de ello.
Tras la contienda, en 1920 amplía sus enseñanzas también a la Historia del Arte Moderno y logra plaza para ser profesor titular en 1921 de la cátedra en Historia del Arte de la Edad Media y del Renacimiento de la Universidad de Tubinga, sucediendo en el cargo a Konrad von Lange.
La década de los años 20 es en la que Weise se convierte en todo un experto en el arte español. Recorrió nuestro país con su cámara fotográfica en numerosas ocasiones retratando en unas 2.500 imágenes nuestras obras de arte, plasmando su trabajo a partir de 1925 en unos libros de los que editó cuatro volúmenes bajo el título Spanische Plastik aus sieben jahrhunderten ("Escultura española a través de siete siglos").
En los años 30 comienza en Alemania el auge de la ideología nacionalsocialista, que no era del agrado de Weise. Así, en 1932, se opuso públicamente a una conferencia en Tubinga del arquitecto, pintor y publicista pro-nazi Paul Schultze-Naumburg. Como consecuencia, Weise fue suspendido temporalmente de sus funciones en 1933, si bien tras ello pudo proseguir su trabajo como profesor titular durante la época nazi sin convertirse en miembro del partido. Durante estos años se especializó particularmente en las bellas artes de la región de Suabia, especialmente en el periodo barroco. En 1954 Georg Weise se jubila y pasa a ser profesor emérito.
Pero vayamos ya de lleno a lo que nos interesa como toledanos: sus numerosas fotografías de las obras de arte de nuestra ciudad. Se trata de alrededor de 170 fotografías tomadas en los años 20, probablemente muchas de ellas antes de 1925, de las que pondré solo una selección por no recargar en exceso la entrada, si bien están todas disponibles en mi álbum de Flickr para los que estéis interesados. Comenzaremos, como decía al principio, por destacar la importancia de la obra de Weise al suponer el último (y, en muchos casos, único) testimonio gráfico de multitud de piezas que pocos años después fueron destruidas en nuestra contienda civil. La contemplación de las fotos de Weise, de gran calidad, supone un cierto alivio al poder al menos deleitarnos con el aspecto de estas maravillas desaparecidas para siempre. Comenzaré por mostraros mis favoritas, que no son otras que las fotos sensacionales del espectacular sepulcro de Fray Francisco Ruiz, Obispo de Ávila, en el desaparecido convento de San Juan de la Penitencia, incendiado en los primeros días del conflicto. A este sepulcro, de talla italiana en mármol de Carrara, ya dediqué una entrada específica en el blog hace bastantes años en la que podéis leer su historia así como su triste destrucción. Os dejo aquí las fotos de Weise, que hasta la fecha no habían sido publicadas:
Estas son otras piezas del mismo convento de San Juan de la Penitencia, en mi opinión el edificio más valioso de todos los que se destruyeron en la guerra civil en Toledo:
Otro edificio desaparecido casi por completo en 1936 fue la Iglesia de San Lorenzo, donde Weise retrató esta escultura:
En el convento de la Concepción Francisca Weise fotografió muchas esculturas que en 1936 fueron dañadas en mayor o menor grado:
La Iglesia de San Miguel forma parte también destacada del reportaje de Weise, pues sus tallas fueron destrozadas en 1936 y aquí podemos verlas en todo su esplendor:
El sepulcro del Cardenal Tavera forma parte del reportaje de Weise con detalle. Esta joya de la escultura sufrió bastantes daños por tropas de ambos bandos en la guerra, siendo restaurada tras la contienda:
Otro edificio desaparecido, aunque no a causa de la guerra, fue el convento Madre de Dios, donde Weise también obtuvo estas fotos:
En el capítulo ya de edificios que sí han sobrevivido, pondré en primer lugar imágenes del monasterio de San Juan de los Reyes:
La catedral tiene un gran peso en el reportaje, por lo que solo os muestro una selección de las fotos más bellas o raras:
En el caso de la Iglesia de Santiago del Arrabal, el mayor interés de las fotos de Weise es poder ver el estado del templo antes de la profunda reforma de mediados de siglo que desfiguró por completo su interior:
La iglesia de San Román fue muy poco fotografiada en los años 20, por lo que poder ver estos detalles de su retablo es de enorme interés:
El convento de Santo Domingo el Real posee bastante peso en la obra de Georg Weise:
Este es el convento de San Clemente:
El convento de San Pedro Mártir:
El convento de Santa Clara:
El convento de San Antonio:
El actualmente cerrado a cal y canto convento de Santa Úrsula, con joyas de Berruguete:
Algunas piezas de la Iglesia de San Justo:
El valioso retablo de la sinagoga de Santa María la Blanca:
Una pieza de la iglesia de Santo Tomé:
Y hasta aquí este extenso repaso al arte escultórico toledano en los años 20 de la mano de Georg Weise, que nos recuerda la importancia de la catalogación sistemática de nuestros bienes muebles e inmuebles, pues siempre existen riesgos para su preservación. En especial, es preocupante en nuestros días el escaso avance en el inventario de nuestros conventos, con alto riesgo de pérdida de piezas de nuestra ciudad por traslados de comunidades, deficiente mantenimiento y posibles expolios al estar muchos de estos edificios cerrados. Ojalá surja en nuestros días una iniciativa similar a la de Weise que permita fijar el estado actual de nuestras piezas artísticas más desconocidas y valiosas para ayudar a su conocimiento y conservación futura.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)